lunes, 23 de mayo de 2011

Quebró sus alas de cristal - Punkie Shinoda Van Castle.



-Todos estamos acompañados en la soledad, pero todos siempre estamos solos… - escuché tu voz.

Vi mi mano - la cual sostenía todo mi peso - junto al espejo, aún quedaba sangre en la comisura de mi labio y varios moretones empezaban a hacerse visibles en mi rostro, tu rostro.

Ahí estabas como siempre; desde que puedo recordar…

Compartimos los mismos ojos de mirada vacía, labios temblorosos y agrietados, una nariz afilada, pómulos lánguidos, piel pálida, cabellos largos y enmarañados. Una imagen bastante demacrada para alguien de 27 años.

Volvía a escuchar esos gritos que parecían provenientes de todos lados y se intensificaban.

-¡No más! ¡Por favor!
Salí del baño, corrí y entre lágrimas terminé hecho un ovillo en medio de la mullida cama.

Vista borrosa, convulsiones, sonidos sordos, la habitación parecía dar vueltas. No entendía que sucedía, tenía calor y… era necesario vomitar.
Como pude me levanté a trompicones, tenía la garganta seca, y lo que vi me dejó sin aliento…

-Mami…- dije en un susurro.
Estaba en uno de los sillones blancos llena de sangre y el, que no era mi papá la seguía golpeando.
-¡Lárgate de aquí mocoso!- de una bofetada me lanzó hacia la alfombra donde había botellas regadas, cigarros blancos, además de unas pastillas de colores, como la que me dio horas antes.

Me quedé inmóvil por unos minutos, hasta que tomó de los cabellos a mi mamá y la empujó cerca de donde yo había caído. Ahí la pateó muchas veces.
-¡No!- grité. Cerré los ojos fuertemente. Algo escurría entre mis puños apretados. Su cuerpo estaba sobre mí.

-¿Qué hiciste? ¡Lo mataste! ¡Me voy a quedar sola!- gritaba mi mamá como loca, mientras se tocaba el vientre.
Los vecinos llamaron a la policía y estos a su vez a una ambulancia. Gente entraba y salía.
Una muchacha me cobijó con una manta y me hacía preguntas. No podía hablar tenía miedo. Frío y luego todo se volvió negro.

Desperté, la luz era demasiado intensa. Conocía ese lugar, me atraparon otra vez. Me di cuenta que me observaban y ellos lo sabían.
No quería estar encerrado, jamás lo necesité. ¿Porque no me dejaban morir?

Después de 5 días en el hospital, mi mamá reaccionó. Por fin la podía ver de nuevo, quería estar con ella otra vez; deseaba ser feliz como lo era cuando vivía mi papá.
Pensé que todo sería como antes cuando dijo que me llevaría a conocer un lugar que iba a gustarme, pero no fue así… Me dejó en las puertas del infierno…
¿Por qué tuvo que dejarme? Yo también necesitaba una familia y a ella no le importó.

No recuerdo mucho de mi vida, sé que he pasado por cosas difíciles y que he hecho otras tantas por las cuales no debería estar aquí.
No sé cómo, pero así soy. Innumerables veces ha corrido sangre por mis manos y no sólo es la mía.

Me he hecho adicto al dolor, a las pastillas, a los golpes, a la sangre… a intentar desaparecer…
Ya nada duele lo suficiente, el sopor entumece mi cuerpo y ya no deseo despertar.

Ahí estabas de nuevo junto a mí, no entiendo cómo puedes permanecer a mi lado, si no tengo salvación. Estoy hundido en la oscuridad.
-Sabes que me tienes a mí… y este es el precio. -dijiste.
-Lo sé, ¿por qué no me has abandonado también?

Miles de imágenes se revolvían ante mis ojos, en todas estabas; antes de que la pesadilla comenzara.
Por eso siempre estabas conmigo y la mayoría de las veces me decías que hacer. Me diste valor y odio. Quería herir a todos y desquitarme por el sufrimiento que el mundo me dio. Sólo tenía a ti.



Dos personas se encontraban observando al muchacho a través del cristal.
-Doctor, ¿cómo está? Estoy preocupada por él.- preguntó una mujer casi llorando.
-Empeora cada vez más rápido. Mejora algunos días pero regresa a su comportamiento agresivo.

El doctor se acercó a la mesa y tomó el expediente, al mismo tiempo que le indicaba a su acompañante que tomara asiento.

-Dice que no está solo, que una chica esta con él y que los dejemos tranquilos. Se pone histérico cada que le llevan sus medicamentos y quiere golpear a los encargados.
-Si me hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando en mi propia casa, mis hijos no hubieran pasado por esto.
-Confío en que lo habría evitado señora, no es su culpa.

El aire fresco tocaba mi rostro, estaba sentado en las piernas de mamá, tocaba su barriga; mi hermanita estaba ahí. La ventana de su recamara y esa silla mecedora eran mi lugar favorito en el mundo.
-Eres un pequeño regalo que el cielo me dio… te amo mi pequeño eres un ángel.
Desperté más agitado que de costumbre, hacía mucho tiempo que no soñaba con mi madre. Ahora más que nunca sentía que necesitaba verla.
Pero al recordar que me había abandonado la ira regresaba, y me dominaba rápidamente.

Dos doctores y la joven mujer estaban en la sala de un consultorio.
-Estoy lista para contarle lo que sucedió... –Le temblaban las manos mientras recordaba- le reitero, todo es mi culpa...

-¿Por qué dice eso? –dijo la doctora a quien acababan de entregar el expediente- Aquí dice que la adicción de su hijo es culpa del padre.
-En parte, pero dígame ¿Qué madre no hace hasta lo imposible por cuidar a sus hijos? Yo no lo hice, y he pasado 27 años de mi vida arrastrando la culpa y sufriendo porque no puedo hacer nada por mi hijo…

El ambiente era tenso, y el nerviosismo se notaba; revisaban papeles, tenían la esperanza de hacer algo por el chico internado.
-Todo pasó cuando mi niño tenía 5 años –suspiró- en ese entonces tuvimos problemas económicos y mi esposo perdió el trabajo. Así que me tuve que hacer cargo de los gastos…

-Continúe por favor, es necesario que nos de toda la información posible; quizá todavía estemos a tiempo de hacer algo por él. –comentó el doctor mientras le entregaba la caja de pañuelos desechables-.
-Gracias- volvió a suspirar- Después de los primeros 5 meses noté que algo raro sucedía con mi pequeño, estaba más callado de lo normal y cada que no le daba lo que pedía se comportaba de manera agresiva. Me llamaban mucho del jardín de niños, me decían que era muy conflictivo y siempre me preguntaban qué pasaba con él.
-¿Ya estaba embarazada entonces? ¿El niño no se sentía desplazado?- cuestionó el médico-.

-No, él estaba feliz por tener una hermanita. Se emocionó muchísimo cuando le di la noticia. Al principio pensé que se comportaba así porque casi no me veía, yo era ama de casa así que fue un cambio muy drástico.
-Debió afectarle mucho, ya que usted estuvo siempre con él.- afirmó la doctora.
-Pero después no se daba cuenta de lo que pasaba, fue cuando me di cuenta que estaba drogado…
-¿Dice que el padre era el que lo drogaba?
-Sí, comenzó dándole mis pastillas; he tenido depresiones muy fuertes por lo que siempre tengo medicamento…
-Eso explica los cambios de humor tan cambiantes que tiene.

-No lo quería cuidar, así que prefería tenerlo dormido en un rincón. Me preocupé cuando vi que tomaba demasiado y ni siquiera hacia el intento por buscar un empleo además de que tenía la casa tirada la mayoría del tiempo…
-Ahora cuéntenos, sobre ese día por el que su hijo se pone tan mal, ¿Qué sucedió?- interrumpió el hombre.

-Ese día llegué temprano a casa ya que pedí permiso para ir al ginecólogo para checar el avance de mi embarazo, cuando abrí la puerta encontré un desastre en la sala; estaba todo tirado, había muchas botellas de licores, pastillas, incluso cigarros de marihuana.

-Lo vi sentado en el sillón individual, entonces le pregunté dónde estaba mi pequeño. Me respondió con una risa macabra, se levantó y me empujo al otro sillón. Dijo cosas que no podía entender, al ver que no le decía nada opto por golpearme.
-En ese momento apareció mi niño tambaleándose, de una cachetada lo mando al piso. No podía dejar que lo maltratara de esa manera, pero me impidió que me moviera y continuó golpeándome. Ahí fue cuando mi pequeño me defendió y atacó a su padre con esa navaja…

-¿Por qué el joven dice que lo abandonó?
-Las autoridades después de revisar la situación en la que estábamos, me exigió hacerme unos exámenes, para el proceso de demanda y el divorcio me obligaron a dejarlo en una casa de asistencia social, no fue nada fácil; sentí que se me rompía el corazón al dejarlo ahí.- dijo limpiándose las lágrimas y hablando entrecortado.
-¿No había algún familiar que pudiera hacerse cargo?- cuestionó la doctora.
-No, solo me tiene a mí. Y ya ven, ni siquiera lo pude cuidar bien…



Era un día nublado y frío, una mujer estaba arrodillada frente a una pequeña lápida, limpiaba el pequeño lugar y dejaba unas flores.
-Mi vida perdóname, no supe cuidar de ti… Mi pequeño angelito, por mi culpa quebraste tus alas; no pude enseñarte a volar…
-Sabes que hubiera dado mi vida por ti… Me duele tanto no haber evitado todo tu sufrimiento…
-Yo siempre estuve enferma y fue uno de los males que te heredé, por eso la mayoría del tiempo estabas triste. Lamento todo lo que tuviste que pasar y que tuvieras un final tan trágico… Pero ahora estas en el cielo y ahí ya nadie podrá dañarte…
La demacrada mujer abrazó la lápida y lloró desconsoladamente mientras se mojaba con la lluvia de otoño…

-Te amo mi niño…- susurró temblando- ahora sí podré estar contigo…

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