lunes, 23 de mayo de 2011

Cierra los ojos si no quieres ver - Erzengel.



Espero que me escuches con atención. No pienso repetir ni una palabra.
Te duelen las ataduras, ¿verdad?
Estás incómodo en esa silla, ¿cierto?
Bueno, mejor. Ése era mi objetivo.
Por favor, deja de mirarme con ojos inocentes. Yo, mejor que nadie, sé que te falta mucho para ser lo que aparentas.
Viviste toda tu vida fingiendo y manipulando a todos a tu alrededor.
Maquiavelo se arrodillaría frente a ti sin duda alguna, pero no yo.
Mi deber es castigarte, hacerte pagar.

Te conozco más de lo que piensas. Hice bien mis deberes.
Dios te dio la fortuna de ser alguien no sólo carismático, sino también apuesto. Desde adolescente, te divertiste saliendo con cuanta mujer cayó en tus garras.
Sé que nunca mantuviste relaciones serias o sinceras. Te las arreglabas siempre para tener 3 o 4 novias a la vez, “pasatiempos”, como tú mismo les llamabas.
Nunca, tampoco, te detuviste a pensar en sus sentimientos o en el dolor que les causabas cuando comprendían tu engaño.
Y en esa extensa lista que cargas con orgullo, Emily fue una más para ti.

Emily… ella era una chica normal, una de las miles alumnas de la Universidad donde estudiabas.
Aún recuerdo el día en que vino a mí a contarme lo feliz que era porque tú, el chico popular, la había invitado a salir.
Nada dije en ese momento, pues no te conocía y no podía dar consejos, tan sólo desearle la mejor.

La relación entre ustedes fue despareja… Nunca valoraste las sonrisas que te regalaba, ni fuiste capaz de descubrir cómo sus ojos cambiaban de color al caer la tarde, adquiriendo un tenue tono almendra; jamás atendiste a la alegría que desprendía cuando te veía, simplemente porque sólo tenías ojos y oídos para ti mismo. Ella era sólo una más en tu lista.
¿Cuántas veces la habrás llamado por otro nombre y ella te perdonó?
¿Cuántas veces se habrá dormido esperando tu visita en tanto tú salías de farra?
¿Lo veías divertido?
¿Te daba gracia saber que ella te amaba hasta el límite de la razón?

Seguramente pensabas que lo tenías todo organizado, pero el juego te salió mal.
El día que te descubrió en el cine con Hollie, una de sus compañeras de clase, ésa fue su primera vez. No dudó…
Me llamó diciendo que me precisaba urgente y para cuando llegué a su apartamento, las heridas de sus muñecas habían dibujado dos pequeñas lagunas rojizas en la alfombra de la sala.

No recurrí a emergencias, mi experiencia como médico bastó para salvarla. Sólo fue necesario cuidar luego de su reposo.
Conocía su historia familiar, sabía que sus padres la culparían en vez de ayudarla o acompañarla como era debido, por eso no les avisé de lo sucedido y menos que menos, te noticié a ti.
Permanecí a su lado durante los días que necesitó para abandonar la cama y regresar a su vida.
Ahora que lo pienso, tú tampoco te hiciste presente para intentar que ella perdonara tu falta. Eso ayudó…

Ni bien se recuperó, Emily prometió que rompería contigo y lo hizo, pero tu orgullo fue más fuerte y no te resististe a llamarla varias semanas más tarde.
Le juraste que la amabas. Suplicaste perdón. Lo sé porque yo estaba junto a ella en ese momento, viéndola llorar de felicidad ante tus palabras.
Entonces te investigué. Necesitaba confrontar la verdad, discernir qué sucedía contigo y saber si mi amiga corría peligro a tu lado.
Descubrí lo que eras y traté de contarle a Emily sobre el error que cometía, más ella no quiso escucharme. Me echó de su casa diciendo que estaba celoso de su felicidad.
¿Puedes creerlo? ¿Celoso yo? ¿Del maltrato que le prodigabas? ¿De las heridas que le generabas con cada mentira?
No, no estaba celoso. Tan sólo te odiaba. Odiaba verte engañándola.
Observar cómo se hundía más y más en el abismo que construías a su alrededor, sin poder yo hacer nada al respecto, eso me sacaba de quicio.
Sabía bien que, tarde o temprano, volverías a lastimarla.
A ella, que era un ángel en carne y hueso.
A ella, que podía regalarte el sol en plena noche con una de sus brillantes sonrisas.
Lo presentía, ibas a matarla con tu abandono. La destrozarías sin dudarlo.
Y fue entonces cuando juré cobrarme con tu vida su pérdida, si es que algo le sucedía por tu culpa.
Y muy a mi pesar, ocurrió…

Aquella tormentosa noche se me dibuja aún tétrica y cercana. Puedo revivir en mis pensamientos esas horas como si hubieran pasado ayer mismo.
Una vez más, Emily me llamó.
Pidió perdón por su enojo ante mi intento de ayudarla.
Dijo que nadie podía socorrerla, ni siquiera yo. Que nadie podía salvarla.
Lloró, confesando que eras su vida y que sin ti, nada le quedaba. Se culpó a sí misma porque no fue capaz de mantenerte a su lado y lamentó, entre lágrimas, tu abandono.
No necesité escuchar más.
Salí veloz hacia su apartamento. Al llegar, comprobé que no estaba allí.
Un instante precisé para pensar en su paradero.
El escalofrío aún rasguñaba mi espalda mientras yo corría escaleras arriba, rumbo a la terraza.
Encontré a Emily parada sobre el borde de la cornisa, observando el vacío que se dibujaba entre ella y el suelo, varios pisos más abajo.

No importó cuánto supliqué.
No importó mi promesa de buscarte y golpearte hasta dejarte sin vida.
No importo, tampoco, mi grito de “te amo”.
Ella tan sólo sonrió, murmuró un “lo siento” y saltó.
La fría noche la envolvió en su oscuro abrazo y se la llevó para siempre.
Hace un año ya que en el cementerio una nueva lápida adorna el paisaje y tú, ni enterado. Tal y como sucedió la primera vez, mientras la tristeza agobiaba mi vida, tú vivías entre risas y fiestas.
Maldito imbécil... Ella lo dio todo por ti y no fuiste capaz de valorarlo.

¿Sabes? En todos estos meses, mi mente vagó sin destino preciso.
Mis pensamientos recorrieron cada centímetro del purgatorio buscando el escarmiento adecuado, mis neuronas trabajaron más de lo que lo han hecho en toda mi existencia.
Lo pensé una y otra y otra vez.
Diagramé de mil maneras distintas lo que haría contigo una vez que te tuviera a mi merced.

Fue sencillo encontrarte en el pub. Más fácil aún, pagarle a la pelirroja para que te llevara al callejón de la salida de emergencia.
Nunca te esperaste el golpe en la nunca. No me viste venir ni te imaginaste mi furia.
Traerte hasta aquí tampoco fue difícil. Hace siglos que la empresa de mi padre abandonó este depósito.
No hay casas en kilómetros a la redonda. Nadie sabe que estás aquí.
No importa cuánto grites, nadie te escuchará ni vendrá a socorrerte.

¿Crees que Emily lo vivió fácil durmiendo cada noche con su rostro y almohadas empapados en el llanto que le provocabas con tu egoísmo?
¿Crees que me divertía verla sufrir?

Levanta la mirada y presta atención. ¡Escúchame! Ya te lo dije, no pienso repetirlo…

Por tu culpa, Emily se suicidó.
Por tu culpa, me trasformé en esta bestia con disfraz humano que ves frente a ti.
Yo, que dediqué tantos años a luchar contra la muerte, que procuré rescatar cuanta vida pude.
Yo soy… seré… un asesino. Tu asesino.

Ya lo pensé todo.
Sé dónde debo seccionar tu piel y carne. Sé dónde el bisturí cortará tu cuerpo.
No será rápido, lo prometo.
Tan sólo perforaré ciertos puntos vitales.
Tu corazón, luego, hará el resto.
Cada latido te acercarán más y más al infierno donde Emily debe de estar descansando ahora.
Dicen que si te suicidas pierdes el ingreso al cielo. Tú tampoco irás allí, lo juro.

Serán necesarios varios minutos para que tu cuerpo pierda toda su sangre.
En tanto, yo te observaré y guardaré en mis recuerdos estos importantes momentos.
El pánico en tus ojos, el temblor de tu cuerpo, me harán sentir que al menos llegaste a probar en carne propia un poco del sufrimiento de Emily.
Muchos lloraron su muerte y padecieron su pérdida.
Contigo, en cambio, estoy seguro que más de un alma inocente respirará tranquila.

Deja de mirarme así, como si estuviera loco. No lo estoy, en absoluto.
Los locos matan sin razón, por simple placer.
Yo te mataré por venganza, para cumplir mi juramento.
Las promesas no deben romperse nunca, eso bien deberías saberlo.

Ahora, toma aire. Respira profundo.
Dolerá, lo juro.
Llegarás a rogar por una muerte rápida. Pero… no morirás.
No hagas esa mueca. Dije que seré tu asesino. No mencioné nunca cuándo cumpliría mi palabra.

Verás… en todo este tiempo que recapacité al respecto, llegué a la conclusión de que saberte muerto no me ayudará mucho.
Quiero verte pagar.
Llegarás al límite, sí. Estarás caminando por el fino borde que separa este mundo del otro. Yo me encargaré de salvarte.
Esperaré paciente a que sanes. Aguardaré a verte recuperado por completo y, entonces, volveré a infringirte las mismas heridas.
Justo como hiciste con Emily.
Volverás a sentir que la muerte acaricia tu piel, volverás a escuchar los latidos de tu corazón expulsando la sangre por las heridas.
Y volveré a salvarte… y el ciclo comenzará de nuevo.

¡Oh! ¡Vamos! ¡No llores!
En algún momento me cansaré de este juego y podrás morir, pero mientras tanto, yo me divertiré contigo.
Fíjate que tampoco gano mucho. Perderé valioso tiempo por hacerte pagar lo que debes.
Simplemente lo hago por Emily. Ella, que sólo fue una más en tu lista… ella, lo era todo para mí.
Así que, esta bestia, este animal sin escrúpulos que ves manipular el bisturí con tanta gracia, esto soy por tu culpa.
Tu demonio personal.
Tu asesino.
Mmm… “El vengador de Emily”. Sí, suena mucho mejor.

Bueno, basta de tanta cháchara.


Cierra los ojos si no quieres ver.
Lo sentirás todo, te lo aseguro.
Y dolerá, yo me encargaré de eso.
Sufrirás tanto como sufrió Emily. O más, si me es posible…

1 comentario:

  1. nena esto tu lo escribiste??? esta muy myu bien; se que pronto este sera un blog de una de las mejores escritoras mexicanas. xoxox Ruby.

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