Corto
circuito
Un
punto de luz roja le indica a Tarvicio que la cámara ya está grabando, y en su
interior, estalla la revolución. Sus delicadas manos terminan de ajustar las
correas de los altos botines que forman parte de su atuendo, que no es otra
cosa que una perfecta combinación entre látex y piel en una esbelta figura. Se
incorpora con presteza y un gesto de asentimiento por parte del director le
traslada a su pasado, con exactitud, dos décadas atrás.
Tarvicio aún no es quien es ahora. Su
cabellera le llega al hombro y un hombre repulsivo jalonea adelante y atrás su
escuálida anatomía sobre una plancha de metal en que más de veinte personas
pueden ver el acto que se desarrolla al centro: el hombre (que es bastante
obeso) la embiste con fuerza y por detrás con un miembro de medidas
exorbitantes, a la vez que la cabeza de Tarvicio parece colgar de sus hombros,
pues apenas y tiene conciencia. El dolor, de tener ajustadas cuerdas atando sus
senos hasta amoratarlos y dos dedos de cada pie casi cercenados, le ha
provocado estar despierta a medias… con su inconsciente trabajando a marchas
forzadas para guardar en un rincón de la mente todo lo que está viviendo. Finalmente
por la intensidad del acto, el desgarre intestinal es inminente y con profusión
la sangre comienza a manar y a inundar el sexo de aquel hombre, que por toda
respuesta gira el lánguido cuerpo de Tarvicio y abofetea sus mejillas que
aparentan ya no tener vida. La escena se disuelve. Y aquel
fue el día en que nació Tarvicio… justo el día en que murió Victoria.
Tarvicio
vuelve a estar en su papel, sonríe hacia la cámara y sabe muy bien que, de
entre la espesa oscuridad y por encima de la máscara que luce, la lente captura sus labios amplificados por el colágeno y cubiertos de carmín. Sonríe. Con
una postura decidida, se dirige a la única y formidable mesa que está en el
sitio, desliza la mano derecha por entre los instrumentos dispuestos: fuete,
látigo, pinzas, tijeras, bisturí, martillo, taladro, sierra, (entre otros que
la cámara no llega a captar); y toma el martillo.
Inmediatamente
Tarvicio hace una serie de ademanes que transmiten al director su deseo de
mostrar lo que hay más allá en el resto de la locación, de forma que el
director y su equipo se giran hacia el tope de lo que parece ser un desagüe. Tarvicio
sabe que sea como sea le pagarán por sus servicios y que los allí presentes comparten
sus apetitos, así que decide no seguir el guion. Se desplaza al punto en que se
encontraba unos momentos antes y se agacha para golpear con el martillo a una
mujer maniatada que aparece en pantalla hasta ese momento y de la que nada más
se aprecia la palidez de su piel. Debido a las ataduras, sus articulaciones están
bastante enrojecidas, de modo que Tarvicio no lo duda y descarga el arma contra
la pierna izquierda de ella, provocando un giro vehemente de la cámara hasta
ese punto, la rotura de la tibia y la repentina comprensión de la sometida del
porqué había sido llevada a un paraje abandonado y con la promesa de un buen fajo
de billetes apenas terminara de rodar.
Es entonces
que a la mujer no le queda de otra que lanzar un terrible alarido, generando en
Tarvicio una satisfacción formidable, quien con fuerza y un tacón insistente
pisotea la zona donde el martillo ha hecho daño. La mujer, que postrada se
arrepiente de haber aceptado aquel trato, gime, llora, se remueve violentamente
e intenta pedir auxilio a través de la mordaza. A su vez, Tarvicio repasa con la
lengua la lente de la cámara y, debido a la excesiva salivación, la grabación
se pierde del momento en que le quita la mordaza a la asustada criatura. El
director, completamente extasiado y un poco enfurecido, se aproxima a limpiar
su herramienta de trabajo, por la que ahora puede verse a Tarvicio tomando el
taladro de la mesa y metiendo la broca dentro de la boca que pertenece a esos
ojos suplicantes.
Un
sonido eléctrico, un »brrr« constante que surge del taladro y la cámara se alboroza
nuevamente, pero esta vez con la sangre de la cavidad bucal de la mujer ya
agonizante. Con la lente en ese estado se capta ya muy poco. Y antes de que el
equipo se apague inexplicablemente, Tarvicio mira con ojos enfebrecidos a
Felipe Ariembau, el hombre detrás de la cámara, (que alguna vez le hizo daño) de
quien acepta su excitación y recibe con regocijo la indicación implícita de no
detenerse, de proseguir en cualquier dirección.
Me ha gustado; bien escrito, al grano y expresado de una manera muy gráfica. Sobrecogedor.Enhorabuena
ResponderEliminarMuy bueno y GORE, te felicito :)
ResponderEliminarRealmente me dio escalofríos, felicidades =)
ResponderEliminarMuy bueno, consigues que el lector recree en su mente al detalle el suceso y sienta repulsión ante los hechos,al menos en mi caso. Te felicito. Gracias por compartir.
ResponderEliminar¡Hola Athena! Sí que te quedo gore el relato, está lleno de sangre y de las pasiones más horribles del mundo, está tan bien narrado que transmite todo el dolor y la tristeza. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarMuy gore, gráfico y obvio que sangriento... muy bien narrado.
ResponderEliminarSaludos
ResponderEliminarInvitación - español
Soy brasileño.
Pasei acá leendo , y visitando su blog.
También tengo un, sólo que mucho más simple.
Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
para ti, un abrazo desde Brasil.
www.josemariacosta.com