1er lugar "Entre las sombras de la noche" de Erzengel.
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Mil y una veces le había dicho a mi hermana menor que no tomara este camino de noche. Sé bien que si me estuviera viendo ahora, sería ella quién regañara y yo el niño en penitencia. Pero necesito atravesar media ciudad lo más rápido posible y la calle
Oscura resulta ser el sendero más rápido.
Es Halloween, la ciudad está vestida para la ocasión y yo que llego tarde a la fiesta donde mi cita me espera.
Mariel, la chica nueva del instituto, aceptó ir conmigo al baile y ya voy tarde. Mis padres no tuvieron mejor idea que salir de compras, dejándome a cargo de mi hermana. Para colmo, como penitencia por haber chocado con mi auto, mi padre ha decidido no prestarme el suyo…
Suspiro.
Hacía ya mucho tiempo que no visitaba ese lugar. Podía percibir todos los cambios, algunos sutiles, otros visibles desde lejos.
No le asombraba en absoluto el avance de aquel sitio. La ciudad se había expandido, ahora se colmaba de luces y colores.
Nadie la recordaba, por eso mismo se había permitido a sí misma regresar.
No era bueno permanecer mucho tiempo en una misma zona. No, no le convenía en lo absoluto. Pero ya era tarde y no tenía otro lugar dónde ir.
El antiguo pueblo que había conocido ya no existía, su pasado se había desvanecido con las ultimas calles de polvorienta tierra blancuzca.
Y allí estaba ella, maravillándose al descubrir que la vida se le pintaba nueva, como si acaso le estuvieran dando una nueva oportunidad para vivir…
Sí. Es oficial: yo, Nicolás Alum, estoy bañado de pura mala suerte.
Los taxis a esta hora ya no funcionan por ser día festivo y voy llegando tarde. Dudo mucho que Mariel me esté esperando aún.
La calle Oscura es la única poco transitada. Podría correr sin peligro de que algún carro me atropelle, más no pienso correr, mi traje de noche de brujas es el resultado de semanas completas de ahorro y no voy a estropearlo. No. Quiero llegar a la fiesta en óptimas condiciones. O lo mejor posible, al menos...
Recuerdo que cuando era niño siempre me avisaban del peligro que representaba el camino que estoy transitando.
Toda la ciudad lo sabe. De noche, nunca debes caminar por aquí.
Yo quiero, necesito, llegar al baile. Sino, de ninguna manera habría tomado este sendero.
He leído en los diarios sobre extrañas desapariciones, jóvenes que daban aviso en sus casas porque salían a alguna cita y ya nunca regresaban. Pero de eso, hace más de 50 años. Ahora, todo es leyenda.
El viento sopló levemente y su vestido de suave gasa azul flotó mecido por el aire en movimiento. Buscó la luna en el cielo, no pudo encontrarla.
Una vez más se había sumergido en el océano de recuerdos lejanos.
Para alguien como ella, la vida no se contaba en años, sino en milenios. Alguna vez, hacía tiempo, habían sido muchos; pueblos enteros a decir verdad. Ahora, apenas quedaban algunos…
No se sentía feliz de su naturaleza. No, en verdad lo lamentaba.
Subsistir valiéndose de la vida de otros no es algo de lo que ella se sintiera orgullosa. Más de una vez había intentado escapar a esa debilidad a la cual se veía sometida, nunca lo había logrado. Algo en su organismo la empujaba a sobrevivir, a salvarse cuando estaba más al límite, como ahora.
Estaba débil, precisaba urgente algo de energía. Por eso aguardaba la llegada de alguna lamentable víctima.
Luego se iría y ya no regresaría ni miraría atrás…
Si me vieran mis padres... ¡Y mis amigos! Ni siquiera los matones del barrio transitan estas calles por la noche.
Sonrío. No soy ningún matón, pero estoy acá, caminando sin compañía alguna.
Todo por Mariel.
El cielo cubierto de nubes evidencia la tormenta que amenaza con estallar en cualquier momento. Los relámpagos se dibujan como sutiles arterias en el cielo, mientras yo camino a paso sostenido.
Ya voy a mitad de camino, un esfuerzo más y listo, habré llegado.
De pronto, un sonido llama mi atención. Pocos metros más adelante, algo se mueve entre las sombras.
Mi corazón comienza a latir rápido, feroz.
Una suave melodía se escucha lejana y el miedo que podría haber nacido en mí, muere rápidamente. Apresuro el paso, algo me empuja a saber quién canta con tan dulce voz.
Apoyada contra un árbol, cantando con los ojos cerrados, descubro a la dueña de ese canto angelical.
Mi sorpresa aumenta al comprobar que esa hermosa mujer de cabellos oscuros y cobriza piel no es otra que Mariel.
¿Ella vino a buscarme? ¿O también llegaba tarde a la fiesta y por eso tomó este camino?
Me acerco lo suficiente como para susurrar su nombre y que ella pueda oírme por sobre el viento. Abre los ojos y me observa tristemente. Podría jurar que está asustada, preocupada al verme allí, a su lado.
Da un paso hacia atrás, yo doy un paso adelante. Presa del pánico, Mariel sólo niega con un sutil movimiento de la cabeza.
Por unos instantes, tengo la impresión de que una lucha interna se desata dentro de Mariel y no entiendo lo que sucede; hasta que ella salta sobre mí, abrazándome dulcemente y yo le devuelvo el abrazo, feliz ante su muestra de afecto.
Un escalofrío recorre mi cuerpo…
Ya nada importa. La inocente víctima ha caído en las redes de la araña. Ella lo sabe bien, su encanto es fatal, nadie se le resiste.
Cuando enfocó su mirada en su presa y descubrió quién era en realidad, sintió que la vida le estaba reclamando por todas las bajas que ella había ocasionado.
De todo el pueblo, de toda la ciudad, tuvo que venir a aparecerse la única persona que le importaba.
No podía decir que lo amaba, eso nunca sería verdad. Los de su especie no amaban, no habían sido hechos para amar. Pero había aprendido a apreciarlo, luego de ver su simpatía constante y su amistad sincera y sin prejuicios.
Esto no podía estar sucediendo… ¿Por qué él? ¿Por qué no otro?
Intentó escapar, irse cuando aún le quedaba algo de fuerzas para resistirse a atacar. Toda la distancia que ella marcó, él la desdibujó en un instante.
Si hubiese podido llorar, innumerables lágrimas rodarían por su rostro. Era imposible. Ella no amaba, no lloraba y su hambre clamaba urgente atención.
Temerosa, se acercó borrando todo espacio entre él, su víctima, y ella, la bestia con forma de mujer. Lo abrazó, aspirando el dulce aroma de su piel.
Ese simple contacto hizo estremecer a su presa. Ella volvió a dudar. Necesitaba alejarse, pero no podía…
Mariel me observa con un dolor palpable en la mirada. Trato de sonreírle, me mortifica verla así, tan apenada.
La imperiosa necesidad de besarla despierta en mí con arrasadora fuerza. Acerco mi rostro al suyo, Mariel no se resiste, también busca el beso.
En el preciso instante en que sus labios y los míos entran en contacto, siento el mundo desvanecerse bajo mis pies.
De pronto, estoy cayendo por un oscuro túnel y algo me dice que no habrá salida…
La oportunidad de alimentarse se le presentó sin necesidad de buscarla. Él había cortado toda distancia y estaba ahí, ofreciendo tentativamente sus labios. Anhelaba besarlo, regalarle algo de cariño como agradecimiento por su compañía. Sabía bien que el beso no sería una simple muestra de afecto. El roce de labios significará para él la pérdida de su vida y para ella, la fuente de energía que tanto necesitaba.
Ya no pudo resistirse, sólo actuó por instinto.
Sus labios se unieron en caluroso beso y comenzó a suceder lo que ella menos quería…
Como si aspirara la vida con ese mínimo contacto, sin causar herida alguna ni atacarlo violentamente, absorbió la energía de su víctima mientras sentía que las fuerzas renacían en su interior.
Rápidamente, el cuerpo de ese muchacho que tanto le importaba cayó sin vida entre sus brazos.
El beso concluyó cuando ella percibió que le había arrebatado hasta la última porción de existencia. Entonces, un estremecimiento envolvió su cuerpo. Le dolía haber causado la muerte de ese inocente.
A sabiendas de que podía ser descubierta, cargó el cuerpo y partió rumbo a la casa del fallecido.
Por única vez, se permitió a sí misma dejar la evidencia de su crimen. Quería que su familia pudiera llorarlo y darle sepulcro como correspondía. Era una manera de pedirle disculpas, de sentir que limpiaba su macabro asesinato.
Con sumo cuidado, depositó el cuerpo del muchacho junto a la puerta de entrada y tocó el timbre.
Antes de que nadie pudiera responder, giró sobre sus pasos y marchó veloz, confundiéndose entre las sombras de la noche.
La tormenta estalló al fin, como si acaso la ciudad clamara la muerte de Nicolás, como si el cielo acusara a Mariel por la vida que había destrozado…
-Fin-
Muy bueno en verdad, felicidades por el primer lugar !!
ResponderEliminarkisses ^ ^
Felicidades, Erzengel!!
ResponderEliminarTu cuento está muy interesante.
Besos!
Bueno, la verdad es que no encuentro las palabras exactas para describir la sensación que me produjo este admirable relato, el cual esta muy bien redactado y plasmado en excelentes palabras.
ResponderEliminarFelicito sinceramente a la autora (la cual no conozco). La verdad es que no me gusta leer, pero esta historia "me atrapó" literalmente. Vuelvo a felicitar nuevamente a Erzengel.